Juego macabro

Calificación: **. Título original: Saw. Año de producción: 2004. Dirección: James Wan. Guión: Leigh Whannell. Actores: Cary Elwes, Leigh Whannell, Danny Glover, Ken Leung, Dina Meyer, Michael Emerson, Monica Potter, Makenzie Vega.  

Después del abrumador éxito de El silencio de los inocentes y Seven, películas memorables que renovaron la tendencia a elevar la figura del asesino en serie a la categoría de aterrador artista incomprendido (y que recaudaron, de paso, más de 300 millones de dólares en el mundo), ciertos productores de Hollywood se han empeñado en crear largometrajes que tratan, sin fortuna, de recoger el espíritu, la atmósfera de mal sueño, el ingenio sombrío de aquellos relatos. Este último ejemplo, Juego macabro, tiene una estupenda primera media hora que en verdad consigue inquietarnos, pero al final, atrapado en sus giros risibles, sus personajes a medio hacer y sus escenas de acción que nos recuerdan, de la peor manera, que estamos ante una simple película, se trasforma en una comedia involuntaria en la que los actores parecen abandonados por su director. Ni siquiera los guiños al cine del italiano Darío Argento, que serán suficientes para contar con la aprobación de los fanáticos de la rama dura del cine de horror, logran salvar la torpe resolución de este relato.  

El buen comienzo mencionado nos enfrenta a la imagen de dos hombres que se despiertan atrapados en un sótano, sin saber cómo terminaron en ese lugar, a unos pasos de un cadáver que yace bocabajo sobre un charco de sangre: una serie de pistas los llevarán a entender que participan en un juego cuyo único premio es seguir con vida. Suficiente, sin duda, para que muchos se resistan a creer en esta reseña y se vean forzados a comprobar con sus propios ojos el desastre del que habla.

Juego macabro

Calificación: **. Título original: Saw. Año de producción: 2004. Dirección: James Wan. Guión: Leigh Whannell. Actores: Cary Elwes, Leigh Whannell, Danny Glover, Ken Leung, Dina Meyer, Michael Emerson, Monica Potter, Makenzie Vega. 

Después del abrumador éxito de El silencio de los inocentes y Seven, películas memorables que renovaron la tendencia a elevar la figura del asesino en serie a la categoría de aterrador artista incomprendido (y que recaudaron, de paso, más de 300 millones de dólares en el mundo), ciertos productores de Hollywood se han empeñado en crear largometrajes que recogen, sin fortuna, el espíritu, la atmósfera de mal sueño, el ingenio sombrío de aquellos relatos. Este último ejemplo, Juego macabro, tiene una estupenda primera media hora que en verdad consigue inquietarnos, pero al final, atrapado en sus giros risibles, sus personajes a medio hacer y sus escenas de acción que nos recuerdan, de la peor manera, que estamos ante una simple película, se trasforma en una comedia involuntaria en la que los actores parecen abandonados por su director. Ni siquiera los guiños al cine de horror del italiano Darío Argento, que serán suficientes para contar con la aprobación de los fanáticos de la rama dura del cine de horror, logran salvar la torpe resolución de este relato.  

El buen comienzo mencionado nos enfrenta a la imagen de dos hombres que se despiertan encadenados a las tuberías de un sótano, sin saber cómo terminaron en ese lugar, a unos pasos de un cadáver que yace bocabajo sobre un charco de sangre: un espeluznante mensaje en una grabadora, un par de sierras y una serie de pistas los llevarán a entender que participan en un juego cuyo único premio es seguir con vida. Suficientes elementos, no cabe duda, para que los espectadores se sientan a punto de entrar en una de esas pesadillas cinematográficas de las que jamás nos sobreponemos. El punto es que, superadas esas primeras escenas, resueltas las preguntas más urgentes que nos paralizan (¿por qué están esos dos tipos en aquel sitio?, ¿se conocían desde antes?, ¿quién estará castigando sus pecados?), su trama desemboca en giros sorpresivos, imágenes desproporcionadas y golpes de efecto que parecen chistes en la tradición de parodias tontas como Y dónde está el piloto.

Desde que se estrenó en los Estados Unidos, el 31 de octubre del año pasado, Juego macabro se ha ido convirtiendo en un pequeño clásico de culto entre los fervientes seguidores del cine de terror: el próximo día de las brujas, para probar esta afirmación, se estrenará una segunda parte en más de dos mil teatros de Norteamérica. Y todo porque los constantes saltos en el tiempo, las secuencias de violencia descarnada y los héroes que se relevan el protagonismo de la historia la salvan de ser otra repetitiva película de miedo. También la alejan, tristemente, de esos escalofriantes dramas (volvamos a nuestros dos ejemplos: Seven y El silencio de los inocentes) que se nos convierten en traumas a fuerza de enfrentarnos con nuestros miedos. Pero, bueno, pocos le pedirán algo aparte de sangre a una película de estas.