Reconstrucción

Calificación: ***1/2. Título original: Reconstruction. Año de producción: 2003. Dinamarca. Dirección: Christoffer Boe. Guión: Christoffer Boe y Mogens Rukov. Actores: Nikolaj Lie Kaas, Maria Bonnevie, Krister Henriksson, Nicolas Bro, Helle Fragalid, Peter Steen, Malene Schwartz, Ida Dwinger. 

Si Reconstrucción sólo fuera un estudio sobre la ficción, sobre los efectos, las razones, las trampas de la ficción, tal vez quedaríamos con la sensación de que sería mejor leer un ensayo sobre el tema. Esta fascinante película danesa, sin embargo, consigue involucrarnos con unos personajes que no comprendemos del todo, atormentarnos con unos desencuentros que no deberían dolernos ni un poco y entristecernos con un final que sin ningún problema podría ser el comienzo. Aunque cuenta las desoladoras crisis de dos parejas gobernadas por destinos de último minuto, bien podría decirse que es un simple juego. Y, de paso, toda una declaración de principios sobre el suspenso, pues parece decirnos que para que una película nos acelere el corazón, para que nos haga sufrir físicamente por la suerte de sus protagonistas, tiene que recordarnos, sin dejar la compasión a un lado, algunos de los pequeños peligros que superamos en el día.

No, no es tan fácil como suena. Pero se ha hecho desde el comienzo de la historia. Desde que el hombre descubrió que convertir la realidad en mitos era una manera efectiva de congelar el transcurso del mundo.

No me estoy inventando nada. Reconstrucción pone sus cartas sobre la mesa desde la primera imagen –un hombre hace volar mágicamente una colilla de cigarrillo- hasta el instante en que se atreve a perderse en los largos pasillos del metro de Copenhague para citar el clímax del mito de Orfeo (para quien no lo recuerde, Hades le permitió rescatar a su amada Eurídice del infierno con la condición de que no volteara a mirarla en el camino de salida). Esta extraña producción quiere hablarnos, todo parece indicarlo, de nuestra vocación a inventar un mundo sobre el mundo. Quiere decirnos que los espectadores, como Orfeo, debemos confiar ciegamente en lo que se nos cuenta y recorrer el infierno que es cada relato sin mirar atrás, si queremos regresar en paz a la realidad. Es ese el trato que hacemos con los dramas, los libros, las películas: nos entregamos a sus reglas absurdas, listos a emprender la travesía de turno, con la condición de que volveremos mejor, un poco mejor, a nuestras vidas.

El autor, un danés de 30 años llamado Christoffer Boe, suele firmar sus obras (sus cortos, digo, porque este es su primer largometraje) con el nombre "Hr. Boe & Co." pues considera que hacer cine es siempre el trabajo de un grupo. Todo parece indicar que su carrera nos aportará reflexiones importantes, miradas ambiciosas y pequeñas bromas a nuestras pretenciones de verosimilitud. Por lo pronto nos ha dejado esta máquina de imágenes que, no obstante su frialdad, no obstante su ironía de base, logra conmovernos como un melodrama hecho y derecho, y nos ha presentado a una actriz, la sueca Maria Bonnevie, capaz de transformarse en dos mujeres opuestas sin que podamos darnos cuenta.