Los lunes al sol

Calificación: ***1/2. Título original: Los lunes al sol. Año de producción: 2002. Dirección: Fernando León de Aranoa. Guión: Ignacio del Moral y Fernando León de Aranoa. Actores: Javier Bardem, Luis Tosar, Jose Angel Egido, Nieve de Medina, Enrique Villen, Celso Bugallo, Joaquin Climent. 

No necesita una trama macabra para ponernos de su lado. Se limita a seguir con afecto, con sentido del humor, a un grupo de personajes, cuarentones desempleados que hacen lo que pueden para no odiarse a sí mismos, mientras confunden los martes con los viernes en una ciudad gris al norte de España. Los retrata a todos, a Santa, a José, a Lino, a Reina, a Amador, a Rico, a Serguei, con el respeto que no reciben de parte de los empresarios, las calles y los gobiernos de aquella sociedad. Los acompaña en la desesperación, en los angustiosos recorridos en busca de trabajo (¿qué deben hacer para encontrar empleo?: ¿pintarse las canas?, ¿mentir sobre su lengua?, ¿agachar la cabeza justo a tiempo?), como si la cámara fuera el único ángel de la guarda que les queda. Sí, Los lunes al sol es una nueva oportunidad para recordar que no sólo los héroes viven en el cine. Una película tan buena no puede pasar de largo en nuestras carteleras.

Su director, Fernando León de Aranoa, nacido en Madrid, el 26 de mayo de 1968, dibujante, guionista de comedias como Los hombres siempre mienten y La gran vida, es un cineasta coherente, responsable, preocupado siempre por los mismo temas, a quien le debemos dos largometrajes tan importantes como este. El primero, Familia, de 1996, una sátira absurda en la que un hombre contrata a un grupo de actores para que le celebren el cumpleaños, lo convirtió en una figura en el cine de su país. El segundo, Barrio, de 1998, un drama irónico en el que tres amigos tratan de abrirse paso en un suburbio sin salida, le dio los más significativos reconocimientos –el premio Goya, el Fotogramas, la Concha de plata del Festival de San Sebastián- que se entregan en España. Esta vez, con Los lunes al sol, ha vuelto a reclamar todos los trofeos disponibles, sí, pero sobretodo ha demostrado que su obra, en un par de películas, será tan sugestiva como las de Julio Medem, Pedro Almodóvar o Carlos Saura.

El eslogan en los afiches de promoción dice: "esta película no está basada en una historia verdadera: está basada en miles". Y es verdad. Podría ocurrir, creo, en cualquier ciudad del planeta. Y, como va persona por persona por ese mundo sin futuro, todo el peso del largometraje, lleno de planos generales, cae sobre las brillantes actuaciones de los miembros del elenco. Sentimos, gracias a Javier Bardem, que Santa lanza teorías, sueña con llegar a Australia ("allá todo ocurre al revés") y nunca se queda callado porque el silencio puede llevarlo al horror; sufrimos, gracias a Luis Tosar, porque el antipático José siempre parece a punto de estallar en la cara de su esposa; resistimos, al lado de José Ángel Egido, el durísimo fracaso de Lino en las humillantes entrevistas de trabajo.

No, no hay personajes secundarios en este relato. Sería una lamentable contradicción que los hubiera.