Bully

Calificación: ***. Título original: Bully. Año de producción: 2001. Director: Larry Clark. Guión: Zachary Long, Roger Pullis, basado en el libro de Jim Schutze. Actores: Brad Renfro, Rachel Miner, Nick Stahl, Bijou Phillips, Michael Pitt, Kelli Garner, Daniel Franzese, Leo Fitzpatrick.              

Quien tenga valor para las imágenes duras, quien no haya quitado la mirada –por ejemplo- durante las escenas de la masacre escolar de Bowling for Columbine, debe ir a ver la descarnada Bully antes de que la quiten de los pocos teatros en los que se presenta. Nos lleva, una vez más, al infierno de la adolescencia. Pero lo hace, gracias a Dios, sin caer en patetismos ni chantajes. ¿Por qué una película tan buena, escalofriante en el fondo y en la forma, no ha encontrado el público ni el eco que merece? Porque, para empezar, se llama Bully. Y muy pocas personas sabrían, sin consultar un diccionario especializado, que la palabra significa "matón", "abusador" ó "déspota". Porque no es fácil, además, llegar a un pequeño largometraje, que no le concede al público ni una sola escena, si no nos encontramos antes con alguien que nos lo recomiende.

Bully se demora un poco en abordar la historia que quiere contar (el primer acto se enreda, más de la cuenta, en escenas de sobra), pero consigue estremecernos, gracias a sus actuaciones y sus encuadres honestos, cuando el odio de sus personajes, un grupo de jóvenes norteamericanos hastiados, confundidos y desamparados, se convierte en una violencia irrefrenable. Se han unido, todos, para vengarse de un "abusador" llamado Bobby Kent. Han perdido la cabeza en el camino. Resulta sintomático que, como a los protagonistas de A los trece y Elefante –dos películas americanas recientes que también se atreven a describir, sin atenuantes, el peligroso desencanto de ciertos colegiales estadounidenses-, les cueste comprender que la vida ajena es sagrada.