Pasión prohibida

Calificación: **1/2. Título original: Lost and Delirious. Año de producción: 2001. Dirección: Léa Pool. Guión: Judith Thompson. Basado en la novela de Susan Swan. Actores: Piper Perabo, Jessica Paré, Mischa Barton, Jackie Burroughs, Mimi Kuzyk, Graham Greene, Emily VanCamp.   

No es una película muy bien resuelta, no, al final se pierde en sus propias exageraciones hasta rozar el ridículo (no cae en él del todo: sólo lo roza), pero durante su primera hora, que promete una tragedia inolvidable, logra dejarnos tres personajes extraordinarios en la mente. Son tres adolescentes, alumnas de un tradicional internado para mujeres, que comparten una misma habitación. Junto a la ventana está la valiente Paulie Oster, que no pierde un minuto de vida en tonterías, es capaz de emborracharse frente a sus profesoras y sueña con conocer a su verdadera madre. A su lado, en la cama vecina, se encuentra la nerviosa Tori Moller, que querría dejarse llevar por su belleza, por sus ideas, por sus impulsos, como si no tuviera una familia viéndola en todo momento. Y en el rincón, justo al lado de la puerta de entrada, puede verse a la narradora, una tímida estudiante nueva llamada Mary Bradford, que se tarda un poco más que nosotros en descubrir que sus dos compañeras de cuarto son amantes.  

Pasión prohibida es el tipo de película que puede cambiarle la vida a uno –sería mejor decir: a una- cuando está a punto de graduarse del colegio. Creo que a su directora, Léa Poole, una respetada cineasta de 54 años nacida en Ginebra, Suiza, esta vez le tiene sin cuidado ese público que se vuelve cínico con el paso de los semestres, las hojas de vida y los trabajos. Y que, aunque pierde las perspectivas al tiempo que Paulie cede al delirio, consigue mostrarnos que nos educan para deshacernos de las intuiciones de nuestros cuerpos.