Fin de semana de locos

Calificación: ****. Título original: Wonder Boys. Año de producción: 2000. Dirección: Curtis Hanson. Guión: Steve Kloves. Basada en la novela de Michael Chabon. Actores: Michael Douglas, Tobey McGuire, Frances McDorman, Robert Downey Jr, Katie Holmes.

Le han puesto Fin de semana de locos, se llama Wonder Boys y es una gran película. Podría haber sido una comedia más sobre la locura universitaria pero, gracias a un guión, un elenco y una dirección admirables, ha evitado caer en lugares comunes –la pérdida de la inocencia, un innecesario debate sobre el homosexualismo, el romance entre el profesor y la alumna, el sexo a diestra y siniestra, la rivalidad en el campus, el divertido y frenético descenso a los infiernos- y ha elegido centrarse, con compasión e ironía, en la crisis de Grady Tripp.

Tripp es un buen profesor de literatura que, aunque alguna vez escribió una obra maestra, ha preferido olvidarse de sí mismo: se ha aficionado demasiado a la marihuana y no ha logrado terminar –lleva 7 años de trabajo y 2016 páginas de texto- su próxima novela. Y todavía falta: su esposa lo acaba de dejar, su novia es la esposa del decano y ha quedado embarazada, su alumna está dispuesta a conquistarlo, su editor está en la ciudad en compañía de un travestido y el mejor alumno de su taller de letras, mitómano o genio, le ha pedido que no lo deje solo, se ha robado una chaqueta que fue de Marylin Monroe y ha asesinado al perro ciego del jefe de la facultad.

Tripp cree que su infierno son los demás y le va a costar mucho descubrir que se ha dedicado a no vivir, que no ha tomado una sola decisión en siete años y que, como lo subraya, en la banda sonora, la estremecedora canción de Bob Dylan, "todavía no ha oscurecido, pero va a oscurecer". Quizás si se volviera un mal profesor y se convirtiera en un buen maestro –si concluyera que "es imposible enseñarle a alguien a ser escritor: sólo se le puede pedir que conserve su propia voz"- podría recuperar su vida. Y tal vez entonces podría escribir otro libro inolvidable. Pero le falta mucho para reconocerlo.

Wonder Boys es, como van las cosas, la mejor película norteamericana de este año. Fracasó en las taquillas de los Estados Unidos porque, según parece, el público no tuvo tiempo para preocuparse por un personaje cuyo enemigo es su propia inconsistencia, y sólo alcanzó a sentir compasión por caricaturas chantajeadas por criminales, pescadores amenazados por tormentas y héroes vacíos perseguidos por terroristas internacionales. Los productores, sin embargo, se resisten a perder esa batalla y han decidido reestrenarla en diciembre para competir en los premios Oscar.

Le hacen un favor a los espectadores porque es una película sobre escritores, editores, amantes, beisbolistas, actrices, policías, barrenderos, meseras, profesores y alumnos que uno podría encontrarse en cualquier calle del mundo. Jamás cae en el cinismo y en cambio se dedica a valorar a esa serie de seres humanos que, a pesar de los hechos, y lejos de esa felicidad vacía que se intenta imponer en el país del dinero y la televisión, conservan la esperanza, aspiran al amor e insisten en las grandes utopías.