Malas compañías

Calificación: **1/2. Título original: Mauvaises fréquentations. Año de producción: 1999. Dirección: Jean-Pierre Améris. Guión: Alain Layrac. Actores: Maud Forget, Lou Doillon, Robinson Stévenin, Maxime Mansion, Cyril Cagnat,

Es violenta, escalofriante, sórdida. Lleva al borde de la silla, pero no porque sus personajes estén a punto de morir, sino porque una mano invisible se empeña en ponerlos de rodillas. Es la historia de Delphine, una joven de 14 años que descubre el amor gracias a los consejos de Olivia, la nueva alumna de su curso, y termina humillándose para complacer y retener a Laurent, el quinceañero al que, en su ceguera de adolescente, considera el único hombre que podrá amar en la vida. Es una película apasionante, pero la pesadilla de su protagonista es tan cruel, y su aprendizaje resulta tan doloroso, que al final parece como si la culpa de todo no la tuviera el romanticismo de su juventud sino Jean-Pierre Améris, el director, y Alain Layrac, su guionista.

La soledad, el dolor inexpresable, la sombra del suicidio: en Malas compañías están los fantasmas, los complejos, la derrota de la adolescencia. Delphine, Olivia y Laurent viven, cada uno desde su propia experiencia, una tragedia: los papás ya no saben qué decirles, no tienen consejos para darles, no pueden evitarles el dolor; los compañeros de colegio son sólo ojos que persiguen, juzgan y condenan; los profesores estorban y el destino de los tres se acerca demasiado al borde del precipicio. Lo que pasa es que el director y el guionista los empujan.

Hay un personaje inolvidable, uno que redime la película: si no fuera por él, por Justin, el amigo que expresa sus sentimientos a través de las películas de cine club que suele ver los fines de semana, estaríamos ante una película ahogada en el patetismo y los estereotipos.