En el dormitorio

Calificación: ****. Título original: In the Bedroom. Año de producción: 2001. Guión y Dirección: Todd Field. Coguionista: Robert Festinger. Actores: Sissy Spacek, Tom Wilkinson, Marisa Tomei, Robert Mapother, Nick Stahl.

El viernes 21 de junio de este año, en la sala tres de los cines de Unicentro, un tipo gritó "que devuelvan la plata" cuando terminó la proyección de En el dormitorio. Entró, sin duda, a la película equivocada. Pensaba que en los centros comerciales sólo se presentaban historias divertidas. No se esperaba la tragedia de una familia, los Fowler, que pierde a su único hijo de un día para otro. No imaginaba las largas secuencias sin palabras. Ni mucho menos esos diálogos que son, como en una novela, toda la acción del relato.

El tipo no tiene la culpa. De hecho, deberían devolverle la plata. Él se esperó hasta el final "por si de pronto pasaba algo", como en las otras producciones proyectadas en el Múltiplex, y no se salió del teatro, como esos diez espectadores que abandonaron la sala muertos de la risa porque "si esta es la mejor película del año yo soy el hombre araña", pero no podía suponer que vería en un centro comercial, junto a Lilo y Stich, un durísimo drama que se toma su tiempo, no manipula los sentimientos de nadie y se resuelve, paso a paso, mientras sus personajes se quedan sin aire.

El espectador no tiene la culpa, es cierto, pero es importante advertirle algo: si para entrar a El ataque de los clones conviene convertirse en niño, para ver En el dormitorio, en el teatro de al lado, hay que ser capaz de, como dice Woody Allen, "sentarse en la mesa de los adultos". Es la responsabilidad de cualquier aficionado al cine: darle tiempo a las imágenes, ponerse en el lugar de los personajes, entrar en el mundo que se nos presenta. Las películas, como los libros, ponen a prueba nuestra compasión.

Sí, hay algunas aburridas –tramas alargadas porque sí, dramas borrosos sin elementos que permitan nuestra identificación-, pero ésta no lo es. Desde la primera escena, en el silencio de aquel amor que desatará todas las desgracias, se siente la presencia de un gran director, el actor Todd Field, que comenzó su carrera con un par de cortometrajes y dos o tres capítulos de una lamentable serie de televisión, y de un inmejorable elenco que, sin dar un solo paso en falso, nos revivirá la incertidumbre de estar vivos. 

Es un presagio de lo que vendrá: el viento pasa, los árboles se mueven y una mujer acostada sobre el pasto, Natalie Strout, que acaba de separarse de su violento esposo, le da un beso a su joven amante, Frank Fowler, sin pensar en el futuro. Se ve venir una tragedia. La dirección, el guión y las devastadoras actuaciones de Sissy Spacek, Marisa Tomei y Tom Wilkinson están ahí para recordárnoslo. Todo va a salir mal, se nota. Pero ninguno de los personajes, como en la vida real, será capaz de detener ese desastre.

Así, con la vida real en la memoria, hay que enfrentarse a esta historia. Quizás sea un drama para otro día, a otra hora, en otro teatro. Pero es un drama inevitable.