El hijo de la novia

Calificación: ***. Título original: El hijo de la novia. Año de producción: 2001. Dirección: Juan José Campanella. Guión: Juan José Campanella y Fernando Castets. Intérpretes: Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke, Eduardo Blanco, Gimena Nobile, Claudia Fontán, David Masajnik.

Quienes se quejan de tantas historias vacías, artificiales y violentas, y no soportan la crudeza y el dolor de esos dramas que reciben los premios de los festivales y las academias del mundo, se sentirán mejor cuando vean El hijo de la novia. Porque esta comedia argentina, con su nostalgia y sus buenos sentimientos, hace pequeños y efectivos retratos humanos, cuenta varias historias de amor que merecían ser contadas y se resiste, con energía y compasión, a dejar a sus personajes a la deriva. Quienes entren al teatro con cinismo, pues, seguro pasarán un mal rato.

Son varias historias. Y en el centro de todas está Rafael Belvedere. Que es, a los 42 años,  un hombre nostálgico, un padre ausente, un divorciado harto de sus fracasos románticos, un novio evasivo y un amigo negligente. No, no ha cumplido sus sueños y, para no pensar en nada, para no recordar el mal de alzheimer que sufre su madre y lo lejos que está de su propia infancia, se ha dedicado de lleno a administrar el restaurante fundado por su padre. Así es. Su teléfono celular suena cada treinta segundos y su televisor no se queda quieto en ningún canal. Carga con todo el mundo a sus espaldas y a nadie le sirve para nada.    

Lo bueno es, quizás, que se trata de una película. Y que Rafael tendrá que replantear su vida cuando una serie de accidentes se lo demanden. Se enfrentará a los fantasmas de su niñez, a los errores de su juventud y a las negaciones de su madurez. Y, mientras tanto, mientras los hechos le lluevan encima, ayudará a realizar el único gusto que su padre nunca le dio a su madre: contraer matrimonio por la Iglesia.  

Las convincentes actuaciones de Ricardo Darín, Héctor Alterio y Norma Aleandro, la crítica a las relaciones humanas de hoy, las situaciones reconocibles, los conflictos de todos los días y esa decena de personajes llenos de idiosincrasias –el amigo actor que se toma en serio el trabajo de extra, el chef que jamás trabajará para una multinacional, el primo que dispara frases absurdas- hacen muy difícil ver con ojos críticos El hijo de la novia. No significa, claro, que al final no queden en evidencia sus pequeños chantajes emocionales: los chistes de comedia de televisión, las canciones efectistas y los momentos hechos para llorar. 

Sí, uno se ríe de los chistes, lleva el ritmo con el pie y deja escapar las lágrimas más fáciles por los personajes. Pero sospecha, en el fondo, que Juan José Campanella, el director, está detrás de todo. Que presiona los botones adecuados en el momento preciso. Como si en vez de una gran "Casa del terror" operara una "Mansión de los sentimientos". Como si no confiara, del todo, en nuestras capacidades. Lo bueno es, quizás, que se trata solo de sospechas. Y que, si se baja la guardia, El hijo de la novia es una película para sentirse mejor el domingo por la tarde.